
Para
los adultos, la infancia puede parecer una época
libre de preocupaciones. Pero los niños pueden
experimentar estrés. Aspectos como ir al colegio
y la vida social a veces generan presiones que
pueden resultar abrumadoras para algunos niños.
En calidad de padre o de madre, usted no puede
proteger a sus hijos del estrés, pero puede
ayudarlos a desarrollar formas saludables de
afrontar y de resolver los problemas cotidianos.
Una
encuesta infantil elaborada por KidsHealth®
mostró que los niños afrontan el estrés tanto de
formas saludables como no saludables. También
indicó que, aunque es posible que ellos no
inicien una conversación por propia iniciativa
sobre lo que les preocupa, desean realmente que
sus padres les tiendan una mano y les ayuden
afrontar sus problemas.
Pero
no siempre es fácil para un padre saber cómo
ayudar a un hijo estresado.
He
aquí algunas ideas:
Comuníquele su interés con claridad.
Hable con su hijo cuando usted se dé cuenta de
que hay algo que le preocupa. Si es posible,
ponga nombre al sentimiento que cree que puede
estar experimentando su hijo. ("Tengo la
impresión de que todavía sigues enfadado por lo
que te pasó en el recreo"). No debería sonar
como una acusación (por ejemplo, "Pero, ¿qué
pasa contigo? ¿Todavía sigues enfadado por lo
que te ocurrió el otro día?") ni tampoco poner a
su hijo en un aprieto. Solo se trata de una
observación para demostrarle a su hijo que a
usted le interesa saber más cosas sobre lo que
le preocupa.
Escuche a su hijo.
Pida a su hijo que le cuente lo que le preocupa.
Escuche calmada y atentamente, con interés,
paciencia, amplitud de miras y demostrando lo
mucho que le importa. Evite la tendencia a
juzgar, culpar, dar sermones o decir lo que
usted cree que debería haber hecho su hijo. La
idea es permitir que los problemas (y
sentimientos) de su hijo sean escuchados.
Intente averiguar lo sucedido haciéndole
preguntas del tipo de: "¿Y entonces qué pasó?".
Tómese su tiempo. Y permita que su hijo también
se tome el suyo.
Comente brevemente los sentimientos que
cree que podría estar experimentando su hijo.
Por ejemplo, usted puede decirle: "Debe haberte
molestado bastante", "No me extraña que te
enfadaras si no te dejaron jugar en el partido"
o "Debe haberte parecido de lo más injusto".
Comunicándose de ese modo, demostrará a su hijo
que entiende cómo se siente y por qué, y lo
mucho que eso le importa. Sentirse comprendido y
escuchado ayudará a su hijo a sentirse apoyado
por usted, lo que es especialmente importante en
los momentos de estrés.
Ponga nombre a lo que le ocurre a su
hijo. Muchos niños todavía no tienen
palabras para expresar sus sentimientos. Si su
hijo parece enfadado o frustrado, utilice esas
palabras para ayudarlo a identificar las
emociones por su nombre. Expresar los
sentimientos con palabras ayuda a los niños a
comunicarse y a adquirir autoconciencia
emocional (la capacidad de reconocer los propios
estados emocionales). Los niños que son capaces
de hacerlo son menos propensos a llegar a ese
punto en que las fuertes emociones se expresan
mediante reacciones y comportamientos extremos
en vez de mediante palabras.
Ayude a su hijo a pensar en cosas a
llevar a cabo.
Si existe un problema específico que le está
provocando estrés a su hijo, hablen juntos sobre
qué hacer. Anime a su hijo a pensar en ideas al
respecto. Puede utilizar la técnica de “la
lluvia de ideas” en caso necesario, pero no haga
usted todo el trabajo. La participación activa
de su hijo le ayudará a construir la confianza
en sí mismo. Apoye las buenas ideas de su hijo y
aporte ideas complementarias en caso necesario.
Hágale preguntas del tipo: ¿Cómo crees que eso
funcionará?
Escuche y avancen hacia adelante.
A veces hablar, escuchar y sentirse comprendido
es todo lo necesario para ayudar a que las
frustraciones de un niño empiecen a aligerarse.
Después, intente cambiar el tema de conversación
y avancen hacia algo más positivo y relajante.
Ayude a su hijo a pensar en algo que le permita
sentirse mejor. No dedique al problema más
atención de la necesaria.
Limite el estrés a que se somete su hijo
siempre que sea posible.
Si ciertas situaciones están provocando estrés
en su hijo, fíjese en si hay formas de cambiar
las cosas. Por ejemplo, si un exceso de
actividades extraescolares estresa a su hijo a
la hora de hacer los deberes escolares, podría
ser necesario limitar esas actividades para que
pueda dedicar más tiempo y energía a los
deberes.
Esté presente y disponible.
A los niños no siempre les apetece hablar sobre
lo que les preocupa. Y muchas veces, está bien
que sea así. Deje claro que su hijo sabe que
usted estará a su lado cuando tenga ganas de
hablar. Aunque a un niño no le apetezca hablar,
generalmente no quiere que sus padres lo dejen
solo. Puede ayudar a que su hijo se sienta mejor
simplemente estando presente: haciéndole
compañía, pasando tiempo con él. De modo que, si
usted se da cuenta de que su hijo está abatido,
preocupado o teniendo un mal día, pero no tiene
ganas de hablar sobre ello, inicie una actividad
que puedan hacer los dos juntos. Salgan de
paseo, vean una película, jueguen a baloncesto o
cocinen pastas al horno. ¿No es agradable saber
que su presencia es fundamental?
Sea paciente.
En calidad de padre o de madre, duele ver a un
hijo infeliz o preocupado. Pero intente no
dejarse llevar por la necesidad de resolverle
todos los problemas. Contrariamente, concéntrese
en ayudar a su hijo, sin prisas pero sin pausas,
a convertirse en una persona que sabe solucionar
sus problemas: un niño que sepa cómo afrontar
los altibajos de la vida, expresar sus
sentimientos con palabras, calmarse cuando sea
necesario y recuperarse para volver a intentarlo
de nuevo.
Los
padres no pueden resolver todos los problemas de
sus hijos a lo largo de la vida. Pero
enseñándole estrategias de afrontamiento
saludables, usted preparará a su hijo para
afrontar las tensiones que les deparará el
futuro.